domingo, 3 de octubre de 2010

Después de leer "El Túnel", de Ernesto Sábato

Cuando recibí su mensaje de texto estaba leyendo, era el momento en el que Juan Pablo Castel desbordaba de odio y decidía asesinar a María Iribarne. Sentí ese mismo odio acumularse en el calor de mi rostro. Situación similar: Matías también había jugado conmigo, me había manipulado hasta el cansancio (mi cansancio, obviamente, ya que la crueldad no posee límites).
A la vez que Juan Pablo hundía el cuchillo en el cuerpo de María, mi temperatura corporal descendía. No puedo asegurar que nunca quise matar a Matías. Lo que si puedo asegurar es que estoy feliz de no tener saldo para responder su mensaje. Dudo sobre si quiero o no que me llame. Por un lado, sería placentero apretar el botón de ignorar y decir "lo logré"; aunque, por otro lado, podría olvidarme de todo por un segundo y atender. Probablemente me arrepentiría de ambas decisiones.
Soy asquerosamente analítica, misántropa, ilusa, impulsiva y borracha como Juan Pablo.
María suena parecido a Matías. Sus actos también son similares. ¿Fingen? ¿Para qué? ¿Qué clase de vil satisfacción obtienen al engañarnos? ¿No es acaso más fácil y más cómoda la transparencia?
Reflexiono unos minutos y llego a un punto lógico que, por ser tan pasionales e instintivos, Juan Pablo y yo nunca tuvimos en cuenta: No tenemos autoridad moral para exigir bondad y transparencia quienes no contamos con esas cualidades. Pero no por eso voy a olvidarme de mi dignidad para correr a buscar el inalámbrico, llamarlo y decirle "Vení a mi casa a coger".
No tengo tanta capacidad de simular. No sabría qué cara poner al verlo llegar, no sabría si besarle o no la boca al saludarlo, no sabría que decir antes de apagar la luz. Pero lo que realmente importa es que dudo que logre volver a tener un orgasmo con él. Y no sé fingir. Y no quiero un desagradable coito seco como la mayoría de los que hubo entre nosotros. Por más que intento no puedo explicarme qué fue lo que me llevó a mantener relaciones durante más de dos meses con un hombre que no me daba placer, que hacía que me sintiera cualquier cosa menos una mujer.
Entonces me doy cuenta de que en mí habitan tanto un Juan Pablo como una María.
¿Merezco que Matías lea estas confesiones y me mate? ¿Habitará un Juan Pablo dentro de él? ¿Cómo se habrá sentido al descubrir mis infidelidades? Tal vez eso haya sido lo que lo motivó a convertirse en un ser manipulador y sádico para conmigo.
Preguntas sin respuesta, como éste y futuros mensajes de texto similares.

No hay comentarios: